lunes, 26 de diciembre de 2011

Simplemente Nessie


Entré en mi habitación, me tumbé en la cama y escondí la cabeza bajo la almohada.
Tenía ganas de llorar, pero a la vez, una sensación de libertad que no había experimentado nunca.

No me arrepentía de lo que había hecho. Pero, admitía, que no estaba nada bien.

Me fastidiaba saber que todos daban por hecho una cosa que jamás iba a suceder.

Pensaban que, dentro de unos años, Jacob Black, sí, el chico al que consideraba como un tío o un hermano mayor, me besaría delante de la familia.

Yo, al ser su imprimación, me enamoraría locamente de él. Y nos casaríamos, tendríamos hijos -nadie me ha hablado de esto último, así que habría que probar- y viviríamos felices y comeríamos… Lo dejo ahí, comeríamos.
Pero, ¿qué pasaba conmigo?, ¿y si yo no quería nada de eso?, ¿acaso por ser la imprimación de un estúpido hombre lobo tenía que resignarme a que controlaran mi vida de tal forma?
- ¿Reneesme? -escuché la voz de mi madre al otro lado de la puerta. Sabía que estaba molesta por haberle ''roto el corazón'' a su mejor amigo.

- ¡Déjame en paz! - chillé, con una rebeldía que me sorprendió.

Oí como suspiraba.
No se le daba bien reñir. En ese aspecto se parecía mucho al abuelo.

- Mira, hija, no te voy a echar la bronca… Pero has armado una grande - dijo, a modo de broma.
- Tendrás que bajar y pedirle perdón a tu tía. Está muy enfadada.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Tía Alice no era como la pintaban.

- Y ahora ya te dejo. Pero, que sepas, que no me ha gustado ni pizca lo que has hecho.

Escuché como los pasos de mi madre se alejaban de mi puerta.

Cogí mi Mp3 -que me había regalado mi padre cuando era pequeña, y que no cambiaba por nada del mundo- de la mesita de noche. Y puse Don't stop me now de Queen a todo volumen.

Alice estaba dándole los últimos retoques a la fiesta que había preparado. Los invitados llegarían a las nueve, donde daríamos paso a la cena -había preparado una mesa con aperitivos y comida- y después pondrían música para bailar.
Me encontraba en la habitación de Rosalie, mirando con ojos incrédulos el vestido que esta misma me había elegido.

Era largo hasta los tobillos, con el escote de palabra de honor.

La parte de abajo era de tul. Y de color rojo oscuro.

Me sentía totalmente estúpida vistiendo así. Pero nadie me dejaba ir a la fiesta en vaqueros, camiseta y converse…

- Cariño, Alice no deja de preguntar si estás lista - dijo mi padre, entrando en la habitación. Yo pegué un salto y me tapé con una sábana de la cama, que era lo que más a mano tenía.

Los ojos de mi padre se abrieron mucho, sorprendidos.

- Vaya… -dijo maravillado. Se acercó a mi, tiré la sábana al suelo y me miré en el espejo de pie que Rose quería como a un tesoro.

- Lo sé, estoy horrible -bufé, mirando la extrema palidez de mi piel, que no me gustaba en absoluto.
- Nada de eso, estás preciosa -acarició uno de mis rizos y me dio un beso en la mejilla.
- Papá - le llamé con voz fría- no vuelvas a besarme, anda… Que ya soy mayorcita.
- Ness… -sonrió de medio lado y se giró para irse- aunque tu aspecto sea el de una chica de dieciséis años, ni por asomo lo eres.

Salió de la habitación, mientras reía de la fulminante mirada que le echaba, y antes de irse, dijo:
- Alice dice que bajes a ayudarla, tenéis que acabar de decorar el árbol.

Eran las ocho y media cuando acabamos con la última decoración.

Anduve hasta llegar a donde se celebraría la fiesta. El jardín trasero.

Y me maravillé de lo bien que había quedado todo. Tía Alice nunca dejaría de sorprenderme.
Había montado una enorme carpa plateada, y, dentro de ella, había colocado mesas, sillas, y la enorme mesa del fondo, en la que ya habían servido la comida.

En el centro de la carpa había una plataforma de baile circular, con una gran bola de discoteca colgada en el techo de la lona.

Así como un montón de farolillos verdes, rojos, y plateados, que colgaban de los árboles de alrededor de la casa.

Me fijé en mi padre. Que estaba ayudando a la abuela a poner bien los faroles que quedaban.
- Ness… Ya ha llegado Jacob -dijo, con una pequeña sonrisa.

Giré sobre mis talones y volví al jardín delantero. Donde Jake abrazaba a mamá.

También estaba el abuelo, Billy y Sue.

Corrí, hasta ellos, y abracé a Charlie.

Él correspondió el abrazo.
- Eh, Nessie, ¿no vas a darme un beso? - levanté la cabeza del hombro de mi abuelo y vi a Jacob, con los brazos abiertos y mirándome con esa sonrisa tan suya.
- Saca el arma -le susurré a mi abuelo.

Charlie rió, por lo bajo. Pero me soltó. Y yo fui a abrazar a Jacob.

Me cogió fuerte de la cintura y me estrechó contra él. Para después darme un beso en la frente.
- Hola, Jake -dije, en apenas un susurro.

- Estás preciosa -me dijo emocionado. Me fijé en como sus ojos brillaban de una forma curiosa cuando me veía.
- Sí, claro… Lo dices por esa tontería de la imprimación -dije, separándome de él.
Jacob se rió con mi comentario. Pero a mi no me hacía ninguna gracia.

- ¿Van a venir los Clearwater? -pregunté.

- ¡Pues claro que sí! - exclamó Billy.

- Esos no se pierden ni una fiesta -dijo mi abuelo. - Anda, viejo, que te acompaño al jardín trasero -le dijo al padre de Jacob.

- Soy inválido, no imbécil -le contestó este.

- ¡Ness, corre, tienes que ir a recibir a los invitados, ya son casi las nueve! - gritó mi tía, apareciendo detrás de mi y causándome otro infarto.

- ¿Te crees que soy tu criada? - le pregunté, cuando me hube recuperado del susto.
- Reneesme Carlie Cullen, ves ahora mismo a ayudar a tu tía -me ordenó mi madre.
- ¡A sus órdenes, mi capitán! -exclamé, llevándome la mano a la frente.

Seguí a tía Alice hasta la entrada. Y en cierto modo, me reconfortaba haberme largado de aquel jaleo.
Escuché una carcajada que solo podía venir de Jacob. Eso significaba que había empezado a meterse con tía Rose.

Cuando todos los invitados habían llegado ya, cargué con todas las prendas de ropa y las dejé en el sofá del comedor.

Sentí como alguien me agarraba la cintura por detrás y me daba un tierno beso en la mejilla.
- Jacob… No vuelvas a darme estos… -me giré, y sonreí. Solo podía sonreír al verle.
- Pues, ¿Y si no fuera Jacob? -preguntó. Yo me mordí el labio inferior pensativa.

Me abrazó bruscamente y yo correspondí su abrazo gustosamente.

- ¿Qué tal estás, Seth?
- Bien.

Me soltó, para mirar mejor el atuendo que llevaba.

- Estás… -enarqué una ceja- estás rarísima.

Yo reí. Era el único que había sido sincero.

- Gracias… No sabes lo feliz que me hace oír eso -dije yo, realmente me hacía feliz.
Seth Clearwater era uno de mis mejores amigos. Había crecido un poco durante estos años, y su expresión ya no era tan infantil. Nadie diría que se había quedado congelado en los quince.

- Bueno, ¿hay comida?
- ¡Sí, toda la que quieras! -le cogí del brazo y le guié al jardín trasero, donde estaba la carpa.
Cuando entramos casi todo el mundo ya había empezado a comer. Nos hicimos paso entre la gente y nos pusimos delante de la mesa.

- Come -le di paso. Y antes de que pudiera cambiar de opinión había cogido un plato y se había abalanzado sobre la comida. Aquella comida que tanto asco me daba.
Empezó a sonar música de los ochenta, y alguna que otra persona se dirigió hacía la plataforma para bailar.
- Eh, que guay -Seth dejó el plato en la mesa y empezó a moverse de una forma muy rara. Creo que intentaba bailar - ¿quieres bailar?

- ¿Estás de coña, Clearwater? Sácame de aquí, por favor -le rogué. Él empezó a reír. Con esa risa tan bonita que tenía. Me cogió del brazo y empezamos a caminar entre la gente que bailaba.

No veía por donde iba, solo me dejaba guiar. Pero me paré inmediatamente cuando choqué con alguien, bastante más grande que yo.

- Jake, casi me matas -dije, cuando vi quien era.

- Lo siento, Ness, ¿tienes hambre, quieres algo de beber?

- Sí, por favor, cero negativo -sonreí. - Estaré en la cocina, con Seth.

Clearwater tiró de mi y me alejó de Jacob, que se había quedado un poco parado.
Salimos de la carpa, entramos en casa y, por último, llegamos a la cocina.

- Menuda locura de fiesta -dije cansada.

- Ya… Alice monta unas grandes -sonreí.

Me dirigí al armario de encima de la encimera. Cogí una bolsa de regaliz, que era la única comida humana que me gustaba, y se la ofrecí.

Él se sentó en la encimera, y yo me senté a su lado. Cogió una tira de regaliz de la bolsa y le dio un mordisco.

- Me gusta mucho el regaliz de fresa… Es nuestro favorito -él sonrió. La de veces que nos habíamos hinchado a regaliz.

Puse la cabeza en su hombro. Me sentía tan bien a su lado. Era como si no tuviera que aparentar nada. Dejaba de ser la niña perfecta de los Cullen para ser simplemente Nessie.
- A mi me gustas tú -dijo.
Levanté la cabeza y le miré, sorprendida de lo que había dicho.

- Verás, como amiga… Digo… -se estaba empezando a ruborizar.

- ¿Entonces no te gusto? -pregunté.
- Bueno, es que yo…
- Pues a mi tú si que me gustas mucho -sonreí. E inmediatamente dejé de pensar. Le cogí del cuello de la camisa, y cuando lo tuve lo suficientemente cerca de mi, le besé.
Cerré los ojos, y esperé a que reaccionara. Unos segundos después cogió mi nuca y correspondió mi beso con más fuerza, moviendo sus labios sobre los míos.
Sentí como si todo a mi alrededor hubiera desaparecido. Y sentí algo inexplicable en el estómago. Algo que me había sentido muchas veces cuando escuchaba mi canción favorita.
Un ruido me sacó de mi trance. Algo se había caído al suelo causando un gran estruendo.
Me separé de él y miré que había causado tal sonido.

El suelo estaba lleno de sangre. Y una sensación de dolor, que solo había tenido cuando estaba sedienta recorrió mi garganta. Era cero negativo.

Miré a Jacob, que estaba completamente ido, con una expresión indiferente en el rostro, aunque apretaba los puños con fuerza.

Pensé en lo mucho que se enfadaría la abuela al ver tantos cristalitos en el suelo, y la mancha de sangre.
Pero luego pensé en Jacob. Y me sentí muy mal.


Jacob me miró de una forma muy distinta a la que solía mirarme, una mezcla entre decepción, miedo y tristeza, y, después se marchó por la puerta.
- ¡Jake, espera! - exclamó Seth. Y le siguió, esquivando los cristales del suelo.
Pegué un saltito para bajar de la encimera y les seguí.

- ¡Esperad! - chillé cuando salí al jardín. Mi padre me miraba de una forma muy rara.
- ¿Qué has hecho? - como si no lo supiera.

Jacob y Seth habían desaparecido. Pero un montón de gente empezó a venir al jardín delantero. Mi madre llegó la primera, con Charlie y Billy.

- ¿Qué ha pasado, Reneesme?
- He besado a Seth, mamá.
- ¿Qué has hecho qué? -preguntó horrorizado el abuelo. Parecía que iba a darle algo.
Todos posaron sus miradas en mi, miradas de todas las clases, y salí corriendo.
Llegué a la casita donde vivíamos papá, mamá y yo, y entré en mi habitación.
Me quité los cascos del Mp3 y lo tiré al suelo.

Sabía perfectamente que Seth no querría hablar conmigo después de aquello.

La imprimación del macho Alfa era superior a cualquier otra cosa; nada debería poder quebrantar una ley tan sagrada, algo tan superior, y sin embargo, yo me había sentido como nunca me había sentido antes.

Estaba enamorada de Seth Clearwater. Y ninguna absurda ley podía cambiar eso.

By Claudia Lupin.

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