lunes, 26 de diciembre de 2011

Pomfrey me curó el corazón


Argus Filch. Una persona que se ocultaba detrás de una máscara de odio, traición, maldad y frialdad. Nadie nunca se paró a pensar, ¿alguna vez Filch había amado? Esa era la pregunta que muy pocos estudiantes de Hogwarts se había preguntado, incluso el mismo Filch se lo preguntó. Todos creían que era un hombre solitario y amargado, pero, detrás de esa máscara, su corazón pertenecía a alguien.

Filch caminaba por los pasillos en compañía de la señora Norris en dirección a la enfermería. La señora Norris vestía un lazo rojo y Filch se había arreglado un poco. Por los pasillos miles de estudiantes le miraban raro, pero él seguía adelante. La señora Norris miraba de vez en cuando a su amo como pidiendo que le quitara ese lazo, pero él no le hacía caso alguno.
Filch estaba radiante de felicidad. Una parte de su corazón tenía esperanza y otra, sin embargo, tenía miedo de que volviese a ocurrir. Tenía miedo de que se repitiera lo mismo que a su querida Violet.


Mil novecientos ochenta y ocho.

Filch se encontraba impaciente en su vacía casa. Solo estaba él. Todo estaba en silencio, se podía escuchar su respiración ir a mil por hora. Ese día era uno muy especial.
Él estaba esperando una llamada de teléfono que le cambiaría completamente la vida.
Ya eran las cinco y todavía no había sonado el teléfono.
Se estaba empezando a preocupar, ¿y si eso era mala señal? ¿Y si era falsa alarma?
Miles de preguntas rondaban su cabeza con un mismo tema en común. Violet.

El teléfono empezó a sonar, él se abalanzó a cogerlo para escuchar atento por el audífono.
-¿Argus Filch?-preguntó una enfermera al otro lado de la línea.
-Si, soy yo.
-Será mejor que venga cuanto antes. Creo que no se lo querrá perder.-dijo con voz risueña la enfermera. A continuación, colgó el teléfono.
Filch no sabía que hacer, no sabía que decir, su cara de felicidad lo decía todo. Salió a la calle, su coche no estaba y el hospital estaba muy lejos. No le importaba, echó a correr con todas sus fuerzas. Quería estar allí, quería verla, no se quería perder aquel acontecimiento. No se quería perder el nacimiento de su única hija. Michaela.

Eran las siete y ya estaba en el hospital, un logro personal. Fue directo a recepción.
-¿Me puede decir donde está la sala de partos?-preguntó alterado. La enfermera le señaló una dirección en concreto. Se fue corriendo murmurando un “gracias”.
Allí estaba, su futuro, detrás de esa puerta color azul. Para él, todo su mundo lo eran ellas. Iba a entrar por esa puerta, pero una enfermera le paró.
-Lo siento, no puede entrar, espere aquí fuera, por favor.-Filch, se sentó en una de las sillas y solo pudo esperar.

Habían pasado horas y horas. Eran ya, las tres de la madrugada. Ya se estaba preocupando, no había recibido ninguna noticia de Violet o de cómo estaba su bebé.
Estaba ya harto de esperar, quería saber que ocurría hay dentro.
Una enfermera salió, traía la típica cara de malas noticias y eso le preocupó bastante.
-Lo hemos intentado todo, pero...no a sobrevivido.-Filch se había derrumbado. Su mundo se había terminado, ya no tenía futuro, ya no tenía razones para vivir. Su mujer, había muerto.
-¿Qué a pasado con el bebé?-preguntó con los ojos llenos de lágrimas.
-También a muerto.-definitivamente, ya no tenía razones para vivir.
En ese mismo lugar, Filch se juró que no volvería a amar.


Ahora que lo pensaba, le daba igual, se arriesgaría. Tenía un único pensamiento positivo en su cabeza que mantenía en pie su idea principal.
-Violet lo habría querido.-susurró antes de entrar a la enfermería. Allí, Pomfrey regañaba a un alumno por mentir, en realidad solo había tomado pastillas vomitivas.
-¿Señora Pomfrey?
-Hola Filch, ¿que desea?-preguntó amablemente. En realidad ella no era mala persona, solo cumplía con su trabajo.
-Verá...me preguntaba si...¿querría usted cenar esta noche conmigo?-esas palabras le costó decirlas, pero lo había conseguido y no se arrepentía de nada.
-Me encantaría.
Por primera vez Argus Filch decidió que merecía la pena sonreír. La señora Norris ronroneó a su lado tiernamente, como queriéndole decir lo que los dos ya sabían. Esa Navidad sería inolvidable.

By Alexia M.

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